Al igual que en el Renacimiento, cuando la explosión cultural hizo creer al hombre que había llegado el fin de todas las guerras, hoy sustentado en el intercambio que posibilitan los medios de comunicación social potenciados por la tecnología, piensa que está en condiciones de controlar la violencia en el globo.
Desde 1945 hasta la diáspora de la Unión Soviética, el peligro de escalada del conflicto más allá del umbral nuclear, hizo que todas las crisis se jugaran a bajo nivel, pero, la disolución de los viejos esquenas políticas y sus estructuras militares dio lugar a la proliferación de crisis locales que la OTAN define como: “Impredecibles, multifacéticas y multidireccionales”.
El desorden por el que se transita hacia un nuevo sistema genera confusos escenarios, donde la concepción de las reglas de empañamiento va a ser tan complicada para los poderes políticos como su comprensión y aplicación para las Fuerzas Militares en la escena.
Un nuevo lenguaje incorpora terminología como:” mantener la paz”, “imponer la paz”, “construir la democracia” y “construir naciones. Frente a las brechas culturales, étnicas, o religiosas entre quienes generan las crisis y quienes intentan controlarlas, el juego de las Relaciones Internacionales se asemeja al “dilema del prisionero” y las misiones de “imposición de la paz” (Peace Endorcement) parecen configurar el concepto de la guerra del futuro.