Cuando el autor se presento a las Fuerzas de Paz en Yugoslavia al llegar a Belgrado, en marzo de 1992, inicialmente le asignaron a cumplir funciones en Daruvar, un lugar del escenario bélico que estaba tranquilo, porque hasta esos momentos no se habían producido violaciones al cese el fuego acordado entre serbios y croatas.
Entonces cuando regreso al hotel y se encontro con el Vicecomdoro Gambandé, que en breve salía hacia Sarajevo, guardo silencio de su destinación porque se sentía privilegiado, él Vicecomodor se iba a un verdadero polvorín a punto de estallar.
Sin embargo Gambandé se mostraba contento con su destino y su actitud despreocupada le hacía suponer que estaba algo ajeno a la situación que iba a enfrentar allá a partir de la declaración de la independencia, el próximo 6 de abril, según los informes recibidos en el briefing al ser incorporados a UNPROFOR.
Lo que todavía no sabía el autor, ni tampoco imaginaba, era que en pocas horas le tocaría seguir sus pasos y se encontrarían allá, a las puertas del infierno tan temido, donde la población fue víctima de las crueldades más extremas.