El proceso de “globalización” en que está sumergido el mundo moderno parece afectar muchos de los aspectos culturales que fueron responsables del desarrollo del ser humano a lo largo de su historia. Entre ellos los que permitieron la conformación de las sociedades y la transmisión de los conocimientos que hicieron del hombre la especie superior entre las que albergan el planeta.
Las nuevas reglas que impone este proceso, donde unos entran en la “globalización” y otros resultan “globalizados” y permanecen sin posibilidad de ingresar en el sistema, han transformado y modificado hasta las fuentes de poder que rigen las relaciones internacionales.
Antes de la caída del “Muro de Berlín” el poder provenía de la capacidad que otorgaba el potencial nuclear y el veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas; hoy se obtiene con la capacidad que brinda el potencial económico y la voluntad del “Grupo de los siete” con su brazo armado: La OTAN.
El individualismo que el sistema impone en el “capital social” desdibujaba los valores que en el pasado llevaban al hombre a ofrecer su vida en defensa de esa sociedad y esa cultura de las que formaba parte. El individualismo busca la subsistencia en el yo y no en el grupo; es una traba para las relaciones humanas, la convivencia en sociedad y la formación de estructuras militares basadas en una entrega absoluta que solo ofrece pobres retribuciones materiales.
Los futuros escenarios de conflicto, tecnología mediante, podrán mostrar las formas más variadas y ajenas a la representación que hasta hoy tuvimos de ese espacio. Sin embargo, tal como lo ha probado la historia hasta el cansancio, la guerra tomo formas diversas a través del tiempo sin cambiar se esencia. Esta surge del modo de empleo estratégico que dicta el conocimiento humano y no de las manifestaciones técnicas o tácticas que marca la evolución de los sistemas que inventa el hombre.
El espíritu militar de ayer deberá ser el mismo e imprescindible para entender en los conflictos del mañana. Al igual que la guerra está conformada por los valores de la humanidad y no por los intereses materiales que pueda proponer cualquier sistema de vida.