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Description

Más de cuatro siglos transcurrieron entre los descubrimientos de Cristóbal Colón y la primera vez que los navegantes lograron dejar a popa el Ártico americano.
Durante ese lapso cientos de barcos zarparon desde Europa y también desde América buscando una ruta que les permitieron pasar de un océano al otro por el hemisferio norte.
Cuando aquellas naves largaban sus amarras y dejaban la tranquilidad y seguridad de sus muelles para dirigirse hacia un horizonte desconocido y peligroso, no sólo iban empujadas por los vientos, sino también por los sueños de los marinos que las tripulaban, por la sed de saber que los alimentaba y los incitaba a recorrer todos los mares del mundo y por el afán de aventuras que bullía en su interior. Así ha sido siempre. Es como si querer partir y transitar nuevos caminos formara parte de la naturaleza más profunda del ser humano.
Quienes fueron en busca del Estrecho de Anián primero y del Paso del Noroeste después, lo hicieron sobreponiéndose a infortunios y padecimientos, a las tempestades, las enfermedades, los naufragios, el hambre, el frío y múltiples privaciones, buscando ser los primeros en abrir una ruta marítima quizás inexistente y así alcanzar una gloria improbable.
Las tragedias se sucedieron y el fracaso se ensaño con muchos de ellos, pero, en el fondo, sabían que eran eslabones necesarios de una cadena; que si fracasaban otros los seguirían, y otros más tarde, hasta que los misterios de esa geografía inextricable y hostil se develaran. Hasta que todos los rincones del Ártico se sometieran a su pericia y obstinación.